“Para acoger a alguien, es preciso tener fe en sí mismo” (Paul Ricoeur)
(Este informe de Jean-Pierre ESTIVAL, presidente no ejecutivo de la ONGI AEC (Association européenne de cheminots/Asociación europea de trabajadores de ferrocarriles) es el fruto del trabajo de investigación de un centanar de miembros de la AEC a lo largo de 4 años en varios países europeos de diferentes características)
La pobreza está por todas partes y existe también por todas partes con islotes de riqueza. Esto es cierto para todos los países y también por supuesto para Europa. Según muchas encuestas independientes existirían hoy cerca de 124 millones de personas pobres que sufren hambre en el mundo. Esto incluye también a Europa , pues la pobreza no está presente sólo, como se cree bastante a menudo, en los países en vías de desarrollo. El “fantasma de la pobreza”, como lo llaman los chinos, atormenta también a los países de Europa, incluida Francia, como refiere el reciente informe parlamentario “ La República en jaque” (François Cornu Gentille et Rodrige Kokuendo).
Comprometerse en la lucha contra la pobreza constituye un proyecto de múltiples facetas. De antemano implica un compromiso a la vez moral y ciudadano firme que tiene como objetivo más importante el respeto de la persona humana, cualquiera que sea su origen, el respeto al “otro” que vive esta situación como una humillación y, por lo tanto, como un atentado a sus derechos fundamentales. En cuanto seres humanos, los pobres son víctimas alternativamente de la incomprensión, de la vergüenza, de la rebelión, de la desmoralización, del sentimiento de inutilidad y del rechazo de los demás. La lucha contra la pobreza es de hecho una lucha contra el abandono humano, que tiene por objetivo su reconciliación con la sociedad. Esta lucha requiere, pues, fuertes convicciones humanistas y una fe inquebrantable en la dignidad de cada persona. Ayudar es de hecho un objetivo multiforme, que significa también acoger, albergar y acompañar siempre y preparar el futuro. Es también un medio de animarles a tener confianza, de agarrar con ánimo el futuro, de acompañarlos a conseguir un empleo, una reconversión que implica muy a menudo formación y adaptación. Este compromiso no se reduce pues a simples consideraciones económicas.